Jorge Ramírez Pardo
El domingo pasado, entre media mañana y las primeras horas de la tarde, grupos de danza en plena algarabía y retumbo de tambores quitaron monotonía a la capital potosina mientras peregrinaban de la Plaza del Carmen, en el Centro Histórico, al templo de El Saucito, al norte-poniente.
Una treintena de agrupaciones dancísticas, con atavíos coloridos y lujosos, procedentes de diversos municipios potosinos y de otros estados cercanos, anunciaron con su desfile rítmico las próximas festividades de la fundación, hace 200 años, del poblado de El Saucito.
Se trata de un espectáculo envolvente y detrás de él, cual más cuál menos, hay disciplina y mística de los danzantes, quienes consiguen, durante unas horas de representación, tener ascendente comunitario con expresiones vigorosas y destreza; se trasmutan en actores privilegiados frente a los suyos, la familia devota de una imagen de Cristo inscrita en la leyenda.
Es un acto transformador, para quien ve el espectáculo escénico, pero, más para quien lo vive, y lo actúa en un estado para algunos danzantes próximo a la ensoñación, cuál más cuál menos. Hay momentos catárticos, de manera subrayada cuando los grupos ingresan a la iglesia y se posan ante Cristo, destino de su peregrinar.
Orígenes del poblado
Hace 200 años, distante del perímetro urbano de la ciudad de entonces, en el caserío de Encinilla, el campesino Cesáreo de la Cruz descubrió un tronco de árbol al que encontró parecido con la estructura anatómica de una estampa del Santo Señor de Burgos (España). Adquirió el tronco de ese árbol y él y su familia se empeñaron en convertirlo en una imagen similar a la de la estampa.
Luego de un sinnúmero de vicisitudes, en 1926 se inició la edificación de la primera ermita del lugar, actual museo de exvotos o imágenes de agradecimientos por milagros atribuidos al denominado Señor del Saucito. La adquisición de ese nombre, por cierto, deriva del árbol del sauz, base material de la actual imagen venerada.
El Señor de Burgos
En una de las capillas de la imponente catedral de Burgos en España, se conserva desde el año 1836 la imagen primigenia de ese Cristo; en ese lugar y año adquirió la denominación de Señor de Burgos, antes fue Señor de San Agustín; porque la congregación de agustinos conservaba esa imagen procedente de la ciudad siria de Beirut en el año 750.
Es válido agregar que en España la imagen en reproducciones pictóricas y escultóricas es venerada en 133 iglesias y santuarios; en México, se le venera en los templos de Almoloya del Río, Estado de México; Culhuacán (Ciudad de México); en Guanajuato. Convento de San Diego, la imagen es una escultura, regalo de Carlos III; Jiménez (Chihuahua); México, Iglesia S. Francisco (1780); México, ex convento carmelitano del Sto. Ángel, óleo de Miguel Cabrera, uno de los más reconocidos pintores durante la Colonia (1764); México, Hospicio de Sto. Tomás de Villanueva; Puebla de los Ángeles, Iglesia San Agustín; y, desde luego la de El Saucito en San Luis Potosí.
También se venera la imagen en diez templos de Perú, dos de Ecuador, cinco de Bolivia, uno de Chile, Venezuela, Portugal e Italia. Además, la imagen se ha multiplicado en estampas litográficas y mosaicos, que dan un total de 193 representaciones distintas. La mayoría con la denominación de Cristo o Señor de Burgos, excepto la del Señor del Saucito y algunas variantes en España como Cristo de la Sangre, en Encija; Cabra del Santo Cristo, en Cabra (Jaen)¸
El arraigo popular
En cuanto a festejos, los de Huanaco, Perú, en el altiplano de Los Andes, y los de El Saucito en México, son de los más extensos, versátiles y concurridos.
Las danzas aquí aludidas en El Saucito el pasado domingo 16, fueron solo un preámbulo y anuncio de las fiestas por los doscientos años de la transformación del caserío de Encinilla en poblado y el inicio del culto al Señor del Saucito. Los festejos serán entre el próximo domingo 23 de febrero al 15 de marzo. Los días culmen de esta celebración son el último viernes de febrero cuando se baja del altar mayor al Señor del Saucito y se le lleva en peregrinación alrededor del templo; el primer viernes de marzo es el gran día en torno al cual giran los festejos. Hay rituales, peregrinaciones, ofrendas, vendimias, comida típica, juegos pirotécnicos y, desde luego, más danza.