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Opinión

Trabajo por y para la familia, oportunidad para todos

Héctor Sampieri Rubach

Sin lugar a duda experimentamos nuevos retos culturales sin precedentes, nos encontramos, además, en una época donde la conciliación y el diálogo se nos revelan como ausentes dentro de las discusiones públicas en medio de las cuales nos encontramos.

Existe polarización y los temas que nos van agrupando como comunidad social, política, incluso económica, parecen reducirse día a día. Es entonces válido preguntarnos: ¿Qué nos permite permanecer unidos?, ¿Qué impide que el individualismo rampante, producto de una comprensión reduccionista de la persona humana, conquiste todos los espacios donde antes nos desarrollábamos y encontrábamos sentido a la existencia personal y comunitaria?

Si bien sujeta a presiones ideológicas la familia, en cuanto institución fundante de la sociedad, parece continuar resistiendo, no sin dificultad y consecuencias negativas, los embates y afrentas de una época particular que no revela aprecio por la comunidad y que prefiere pensar en individuos antes que en personas; es este un tiempo particularmente paradójico, ya que por un lado, anhela la búsqueda de significado en medio del vacío que nos ha dejado el consumismo, pero por otro, nos permite  revelar una crisis antropológica de hondo calado. La familia sigue siendo un puerto seguro al que podemos llegar, a pesar de sus propios retos internos y de las problemáticas que amenazan su constitución, y continúa ofreciendo “grandes dividendos” en aras de su compromiso social.

En diversas encuestas y estudios específicos, continúa revelándose la fuerza de la familia como institución de apoyo y formación, como un ámbito particular que imprime cercanía y fortaleza para humanizar y proyectar del mejor modo a sus miembros. La familia es una escuela de humanidad y no podemos, en cuanto actores sociales particulares (la academia, las asociaciones civiles, las escuelas, las iglesias, las responsabilidades políticas en el sector público, las empresas y los gobiernos) dejarle sola resistir los cambios epocales que, como las olas en la playa, van revolviendo la arena, erosionando lentamente el territorio seguro que conocemos y reconocemos.

Es urgente reencontrarnos con la radical contribución de la familia al entramado social, es el tiempo propicio para redimensionar el papel de la familia como agente de honda relevancia, como espacio de solución de problemáticas interpersonales, como palanca al desarrollo, como minoría creativa, cómo el ámbito constitutivo de la persona; podemos y debemos, tal vez ahora mas que nunca, reconocerle como el hábitat natural en una visión de ecología humana integral, es el medio ambiente que no solo nos permite sobrevivir sino desarrollarnos en clave de plenitud.

Como bien señalaba el filósofo polaco, Karol Wojtyla:

“La familia sirve para la afirmación del hombre…Si el hombre sale del ambiente de la familia y entra en una multitud, tanto en el ambiente del trabajo, o en la escuela, o en la diversión, en cualquiera de estos casos se convierte en un ser anónimo. Cuando vuelve a la familia, vuelve a adquirir su valor particular. Se convierte en un ser único e irrepetible, amado, conocido, a quien se desea el mayor bien. Por esto, al formar un modelo de vida verdaderamente humano, verdaderamente humanista, es preciso basarse sobre la familia, que es insustituible. No existe ningún otro medio de valorizar y afirmar al hombre que sea mejor que la familia, que es insustituible. Naturalmente, para obtener ese fin, la familia debe estar unida por el amor, debe ser la conciencia del amor”.

Reconociendo el carácter insustituible de la familia, concentrando su misión en la afirmación personal, reconociendo la dignidad de sus miembros, podemos ir a su encuentro, desde la trinchera y oportunidad de cada uno, para reconocer, apoyar, fortalecer y promoveruna gran cantidad de proyectos y acciones sociales que tengan por objetivo darle el lugar que le corresponde en el entramado social.

¡Todos podemos construir juntos una cultura de familia!

Para identificar nuestros espacios de oportunidad y contribución en aras de esta cultura de familia, quisiera compartir, para cerrar esta reflexión, algunas claves que permitan descubrir lector la vocación a favor de esta importante institución social:

  1. Será necesario dedicar tiempo a la reflexión para poder construir una respuesta particularmente personal: ¿qué puedo, quiero y debo hacer para fortalecer a mi familia y a la familia en cuanto institución social? El desafío es comunitario, pero la respuesta nos interpela directamente; es entonces posible reconocernos como actores protagonistas de esta trama particular y poner manos a la obra.
  • Podría ser conveniente analizar, además de la reflexión inicial, las variables siguientes, como elementos que permitan, en clave personal, descubrir espacios y ámbitos de colaboración por esta cultura de familia:
  • ¿En qué etapa de vida me encuentro? ¿En qué etapa se encuentra mi propia familia? ¿Podríamos aportar tiempo y recursos personales a esta labor tan relevante?
  • ¿Cuál es nuestra capacidad de responsabilidad e influencia en los ámbitos de acción social, comunitaria, incluso apostólica, en la que nos desenvolvemos?
  • ¿Qué preparación y formación particular poseo? ¿Cómo pueden mis estudios y mi experiencia apoyar la causa a favor de la familia? ¿Debo aprender y formar nuevas habilidades interpersonales? ¿Necesito encontrar y saber emplear nuevas herramientas para favorecer a la familia?
  • ¿Cuál es mi proyecto de vida en familia a corto, mediano y largo plazo, ¿Cuál es la relación de este proyecto personal y familiar con las necesidades sociales más apremiantes?
  • Con estos elementos en la reflexión, por último, será propicio darse a la tarea de localizar, conocer y conversar con grupos, organizaciones, e instituciones que trabajan día a día en México, y en el extranjero, para cimentar esta cultura a favor de la familia. Explorar las alternativas para sumarse como voluntarios y/o profesionales que puedan desarrollar acciones de impacto transformador. Si fuera el caso, valorar, si es necesario dar luz a nuevos proyectos e iniciativas que complementen lo que ya se ofrece.

Deseando que estas ideas, transformadas en palabras que espero sean adecuadas, despierten interés y convicción, me despido reiterando la relevancia de trabajar juntos a favor de la familia. Si no es ahora, ¿cuándo podría ser?, si no somos nosotros, ¿quiénes podrían hacerlo? Reconozcamos nuestro tiempo y nuestro momento, asumamos nuestra responsabilidad en beneficio de los nuestros y de todos aquellos que nos rodean.

¡Hasta pronto y hasta siempre!

Lic. Héctor Sampieri Rubach

Director Nacional del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para estudios del matrimonio y la familia, sección mexicana.

Egresado de la Licenciatura en Ciencias de la Familia por el Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, Universidad Anáhuac.​

Cuenta con un diplomado en Evaluaciones Socioeconómicas de proyectos de inversión social. Curso formación dentro del Programa Internacional de Coaching Dialógico del Instituto de Desarrollo Directivo Integral  de la Universidad Francisco de Vittoria impartido en México por el Pontificio Instituto Juan Pablo II y la Universidad Anáhuac.

hector.sampieri@familia.edu.mx

Facebook: JuanPabloIIFamilia

Instagram: jpiifamilia

Web: https://familia.anahuac.mx/

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