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Opinión

Ver para pensar: El Principado en celuloide (La cólera de Aquiles)

Federico Anaya Gallardo

Hace algunas semanas te decía, lectora, que en el Alejandro  de Stone (2004) el viejo Tolomeo/Hopkins reflexiona que el sueño alejandrino era reunir a todos los pueblos del mundo bajo su mando. El primer faraón helénico explica que ese deseo nacía del deseo de gloria. Pero también para tenía el objetivo de lograr Justicia para todos. El hijo de Olimpia y Filipo fue, hasta el final, alumno distinguido de Aristóteles. Pero precisamente por eso es que se quedó sólo. Tolomeo/Hopkins afirma, en un momento de melancolía que “lo cierto es que nosotros lo matamos. Con nuestro silencio consentimos en su muerte. Los soñadores nos agitan. Deben morir antes que nos maten con sus malditos sueños.”

Hoy quería comentarte que el sueño aristotélico de un régimen político fundado en la Justicia perduró bajo la hegemonía romana de una manera inesperada… pero caigo en cuenta que ese sueño nunca ha sido adecuadamente retratado en celuloide. El trabajo es difícil, así que me iré acercando poco a poco en varias kino-reseñas. Esta será la primera. Cuando encuentre otras versiones, retomaré este hilo.

Empiezo con un texto de la filóloga Irene Vallejo Moreu publicado en El País Semanal como “La era de la ira” el 7 de Julio de 2023. Vallejo dice que “la literatura occidental comienza rabiosa”. Cierto. El primero de los cantos homéricos dice: “—La cólera ¡cántala oh Diosa! del Pélida Aquileo” (Μῆνιν, ἄειδε, θεά, Πηληϊάδεω Ἀχιλῆος : Menin, aeide, Tea, Peleiadeo Achilieos). Esa cólera (menin)es la misma que está en el nombre del rey aqueo de Esparta, Menelao (Μενέλαος, Menelaos) quien fuera abandonado por Helena –la excusa original de la Guerra de Troya.

Esa cólera que tanto daño causó a los griegos es el centro admirable y admirado del ideal heroico helénico. La podemos ver en la Troya de Wolfgang Petersen (2004) en la furia malamente contenida de Brad Pitt. La película de Petersen trata de sacar alguna conclusión razonable de la cólera desatada. Te cuento tres momentos.

Uno, cuando Tetis, madre de Aquiles (interpretada por Julie Christie), le dice: “Si te quedas en Larisa, encontrarás la paz. Conocerás a una maravillosa mujer, tendrás hijos é hijas, quienes tendrán hijas é hijos. Todas y todos te amarán y recordarán tu nombre. Pero cuando mueran tus hijos, y cuando luego mueran tus nietos, y los nietos de estos últimos también mueran… tu nombre será olvidado. Si vas a Troya, alcanzarás la gloria. ¡Se escribirán historias acerca de tus victorias dentro de mil años! Y el mundo recordará tu nombre. Pero si vas a Troya, no regresarás. Porque a tu gloria está atada tu condena. No te volveré a ver.” Aquiles no dudó, saltó a su negra nave y se fue a conquistar la gloria.

¡Y vaya que Tetis tenía razón! Yo hice migas con uno de mis mejores amigos porque le oí recitar en 1979 aquello de la cólera ¡cántala oh Diosa! del Pélida Aquileo… Eso, treinta siglos después de muerto el guerrero que inspiró la figura de Aquiles. Eso, a una distancia de tres continentes, dos mares y un océano. Pese al tiempo y el espacio, siguen vigentes la sed de gloria y la esperanza de ser recordado por las generaciones por venir.

Segundo momento. Aquiles/Pitt conversa con su rehén Briseida (interpretada por Rose Byrne). El héroe le dice: “Te cuento un secreto. Algo que no te dirán en el templo. Los Dioses nos envidian. Nos envidian porque somos mortales, porque cada instante podría ser nuestro último aliento. Todo es más bello porque estamos condenados a morir. Nunca seremos mejor que ahora mismo. Nunca estaremos aquí nuevamente.”

Aquí vemos la melancolía que le da la razón a la tristeza (Joaquín Sabina dixit). El Aquiles de Petersen sabe que morirá joven (tristeza) pero su recuerdo (razón) permanecerá siglos. Allí Petersen y su guionista, David Benioff (n.1970), nos enseñan que esto (la memoria heroica) es lo más cercano a la inmortalidad de los dioses olímpicos. Aquiles ha pervivido mucho más que los dioses egeos de hace treinta siglos. Y sin embargo la cosa no es para alegrarse. (La melancolía aquilea en esta película tiene que ver con un obvio descubrimiento de los personajes: los dioses y diosas no existen.

Tercer momento. El Ulises de Petersen (interpretado por Sean Bean) se acerca a Aquiles/Pitt para convencerle de ir a la guerra. Aquiles está cansado de servir en las guerras de Agamenón, quien se ha proclamado líder de los reyezuelos griegos. En la película, cuando Aquiles/Pitt dice que Agamenón no tiene honor, Ulises/Bean le responde: “—Que Aquiles luche por el honor. dejemos que Agamenón luche por el poder”. En el guion de David Benioff (que puedes consultar en el original Inglés en la Liga 1) el diálogo es más complejo:

Ulises

Tu oficio es la guerra, querido amigo.

Aquiles

(enojado)

¿Será? ¿Soy su puta para el campo de batalla?

¿Mi espada se compra y se vende?

(pausa; más calmado)

No quiero ser recordado como el mercenario de un tirano.

Ulises/Bean está allí como reclutador. Viendo las dudas de Aquiles/Pitt, el reclutador trata de conchabarse al bello muchacho que acompañaba a Aquiles (Patroclo, interpretado por Garret Hedlund). Aquiles/Pitt lo detiene, hosco:

Aquiles

Aplica tus trucos conmigo, si quieres.

Pero deja a mi primo fuera.

Ulises

Tú tienes tu espada, yo tengo mis trucos.

Jugamos con los juguetes que nos dan los dioses.

Hemos encontrado, lectora, a la cuestión del poder. En la película hay otra escena que trata ese punto… en el otro bando. El rey de Troya, Príamo (interpretado por un ancianísimo Peter O’Toole) conversa con su hijo menor, Paris (interpretado por un jovencísimo Orlando Blom). Paris ha traído la guerra a Troya, pues ha sido él quien ha raptado a Helena de Esparta. (Supuestamente, por amor verdadero.) Su padre le dice:

Príamo

En mi tiempo luché en muchas guerras.

Algunas por tierra, otras por poder, algunas por la gloria…

(pausa)

Supongo que pelear por amor

es más razonable que todo eso.

En este punto, la película se aleja muy poco de la crudeza del poema homérico. Nos muestra un debate político muy simple. Luego de una de las difíciles batallas entre griegos y troyanos, Aquiles debate con el caudillo Agamenón acerca del mérito de cada quién:

Aquiles

La batalla la ganaron los soldados.

Y los soldados saben quién peleó.

Agamenón

La Historia recuerda a los reyes, no a los soldados.

Pero hay algo más. Benioff elabora algo como un discurso político a partir de la relación entre Aquiles y Patroclo:

Aquiles

Bien.

(pausa)

Te enseñé cómo pelear, pero no por qué pelear.

Patroclo

Peleo por ti.

Aquiles

¿Y a quien seguirás cuando yo no esté?

[Patroclo duda, no sabe qué contestar.]

Aquiles

La mayor parte de los soldados pelean por reyes que no conocen.

Ellos hacen lo que otros mandan;

mueren cuando les dicen que han de morir.

.

Patroclo

Los soldados obedecen.

Aquiles

No tenemos mucho tiempo para andar bajo el sol, Patroclo.

Luego de esta vida, en el inframundo,

nos espera una eternidad para contar nuestras historias a otras sombras.

No vayas allá a contarles que moriste siguiendo las órdenes de un necio.

Patroclo

¿Y qué les diré, entonces?

Aquiles

Díles tu nombre.

Si tu vida ha valido la pena, ellos ya sabrán el resto.

Aquiles y Patroclo son sólo mercenarios. (Por eso el pleito que divide a los griegos es acerca de una rehén que Aquiles capturó y que Agamenón le arrebató.) Son magníficos soldados, pero nada más. Ninguno tiene realmente poder. Y por lo mismo, están a la búsqueda de una causa. Y no la encuentran en el horror de la Guerra de Troya. El personaje de Homero que sí encontrará algún sentido a las aventuras sufridas es Ulises. Veamos cómo debaten en el guion de Benioff:

Aquiles

¿Extrañas a tu mujer, Ulises?

Ulises

Siempre.

Aquiles

Yo nunca he extrañado a nadie en mi vida.

Solía pensar que necesitar a alguien era una debilidad

.

Ulises

Todos necesitamos a alguien.

Justo ahora, Grecia te necesita a ti.

Aquiles

Grecia existió antes que yo naciera

y seguirá allí mucho después de que yo haya muerto

.

Ulises

No hablo de la tierra.

A los valles y las montañas no les interesa lo que hagamos.

Los hombres te necesitan. Debieras haber visto la carnicería ayer.

Aquiles

La ví. Y ví bien claro quién llevó a los hombres al matadero.

Ulises

Agamenón… Él es orgulloso.

Pero sabe reconocer cuando comete un error.

Aquiles

¿Te manda a pedir disculpas por él?

No entiende de honor.

¿Qué haces tú siguiendo a un cerdo que se cree rey?

Ulises

El mundo te parece simple a ti, mi amigo.

Pero cuando eres rey las cosas no son tan simples.

Ítaca no puede enemistarse con alguien como Agamenón.

Aquiles

¿Debo temerle?

Ulises

No temes a nadie, Ese es tu problema.

El miedo es útil.

(pausa)

Quédate con nosotros, Aquiles. Naciste para esta guerra.

Aquiles

Mi vida es tan sólo la guerra. ¿Eso crees?

Ulises

¿Me equivoco?

[Aquiles se queda viendo al mar.]

Aquiles

De todos los reyes de Grecia, a ti sí te respeto.

Pero en esta guerra eres un siervo.

Yo ya no quiero ser siervo.

Ulises

A veces debes servir para llegar a mandar.

Espero que entiendas eso algún día.

Aquiles se percata que el joven Patroclo ha oído toda la conversación. El muchacho le reclama la orden de retirarse. Le reclama a su maestro porque, si mueren ahogados en la travesía de regreso, no sabrá explicarles a las sombras del Hades porque abandonó a sus compatriotas. Aquiles se admira. Él no ve a los otros griegos como con-ciudadanos. Patroclo le explica que, mientras Aquiles ha estado encerrado en su tienda, aislado, él ha partido el pan con ellos, ha bebido de su vino, oído sus chistes. Son sus camaradas. Por eso no puede abandonarlos. Y el muchacho se rebela al fin:

Patroclo

Tu pleito con Agamenón divide al Ejército.

Tu reputación se hunde. Todos rumoran…

[Aquiles frunce el ceño y enfurece.]

Patroclo

Si nos ordenas no pelear por el Rey de Reyes, sea.

Pero no me prohíbas pelear por Grecia.

(pausa larga)

Cuando las sombras oigan mi nombre,

Quiero que sepan que mi vida valió la pena.

El Aquiles de Petersen y Benioff no entiende de identidades colectivas. Tampoco de liderazgo político. Sus relaciones son demasiado simples. Su búsqueda de la gloria es tremendamente pobre. Por eso morirá desesperado. Tal vez por eso es que Homero insistió en meter dioses y diosas en la narración. Si la vida del guerrero no tenía sentido, siempre se podía echar la culpa al Hado

Lo mismo veremos en 2018 en la serie Troya: La caída de una ciudad creada por David Farr para Netflix. Allí dioses y diosas reaparecen para tratar de darle sentido a la narración heroica. (Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.)

Liga usada en este texto:

Liga 1:

http://www.cinefile.biz/script/troy.pdf

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