Potosinoticias.com
Cultura

Paisajes, prácticas culturales, ritualidades: Oaxaca en la mirada de seis fotógrafos

Banalización. Superficialidad. Celeridad. Reproducción viral. He ahí las exigencias que controlan casi la totalidad de las imágenes que vemos cada día. Así lo demandan las tecnologías digitales y los medios de comunicación masiva. Por eso es necesario elegir proyectos de producción de imágenes gestados en un tiempo más prolongado. No lo digo yo. Lo dice el editor, investigador y estudioso de la fotografía Abraham Nahón.

Pero esta tarea requiere (también) mirar a los actores y los procesos de construcción de las imágenes, dice. Porque no sólo es importante la obra terminada, sino igual de importantes son los contextos, las historias, así como las formas sociales y éticas para conformar la imagen.

Por eso Abraham Nahón ha reunido una serie de narrativas visuales configuradas durante varios años por seis artistas de la lente: Citlali Fabián, Conrado Pérez, Félix Reyes, Judith Romero, Luis Villalobos y Octavio López. Hablamos de la conjugación de un trabajo fotográfico de largo aliento y construcción de la memoria fuera del centralismo, desde lo propio, desde las comunidades de Oaxaca; trabajo que puede observarse con paciencia en la exposición Senderos de la memoria / Fotografía y comunidad, que se expone desde el 23 de febrero y hasta el 31 de marzo en la Galería Arte Binario del Centro Nacional de la Artes (Río Churubusco 79, Country Club, Ciudad de México).

Se trata de “una fotografía documental sostenida por sus historias, así como por sus vínculos, diálogos y experiencias, sin renunciar, en ciertas imágenes, a una búsqueda estética”. Los Senderos de la memoria están integrados, pues, por imágenes de la vida comunitaria que van conformando, a la par, una memoria —visual, colectiva y plural— del porvenir, ya que fueron creadas desde la pertenencia, la inmersión o la cercanía con los territorios y sus pobladores.

Enriquecer la historia visual de México

Abraham Nahón lleva alrededor de tres décadas interesado en el arte, en especial en la fotografía. Recuerdo su labor editorial (y de curaduría) desde aquella revista que se imprimía en Oaxaca llamada Luna Zeta, que fundó, al lado de artistas y escritores locales. Ahora, como académico del Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, continúa impulsando y promoviendo proyectos visuales que tengan, sobre todo, vinculación con las propias comunidades y territorios, una dignificación de sus ritmos y formas de vida, así como implicaciones éticas.

Y si bien en esta ocasión platicamos con Abraham Nahón de Senderos de la memoria, también podríamos haber charlado, por ejemplo, de los dos números que recién coordinó para la revista Con-temporánea —que edita el INAH y que serán presentados este 5 de marzo, de las 11:00 a las 13:00 horas, en la Dirección de Estudios Históricos del INAH (Allende y Juárez, Tlalpan Centro, Ciudad de México)— o de las charlas que imparte en congresos —como la que dio a finales del año pasado sobre “Imágenes e interculturalidad: la construcción de narrativas en disputa”— o de libros como el de Fotografía Contemporánea en Oaxaca, un proyecto que Abraham concretó en 2011, precisamente, de la mano de la revista de arte y literatura Luna Zeta.

Con estos antecedentes en la libreta de apuntes, le pregunto, ahora sí, a Abraham Nahón, cómo es que fue trazando la investigación y la curaduría de los Senderos de la memoria. Fotografía y comunidad. A lo que él responde:

“Se fue conformando por la firme convicción de que se puede enriquecer la historia visual de nuestro país al incluir a diversos autores y autoras fuera del centro de México, integrando además investigaciones y estudios sobre fotografía realizados en los propios territorios y entidades, para profundizar en un conocimiento todavía desestimado a nivel nacional, replicándose esta limitación en toda Latinoamérica”.

En las imágenes de Senderos de la memoria —le comento— observo una postura clara, una toma de posición por parte de los artista.

Sí, porque quien realiza imágenes puede asumir una toma de posición, articulando un discurso crítico que integre otras sensorialidades, experiencias y maneras de ver y hacer el mundo. Esta reflexión nos lleva a mirar de un modo distinto los archivos y fotografías históricas. Analizar con una mayor conciencia crítica nuestro presente (sus procesos, subjetividades y formas de representación visual). Altera irremediablemente nuestro modo de situar los documentos visuales de nuestro pasado, dándonos la posibilidad de resignificar nuestra historia y memoria.

Creo que, sobre todo en la fotografía, la hegemonía del centralismo es todavía muy poderosa, especialmente en lo que se refiere a “exotizar”. En este sentido, es muy difícil desprenderse de la “herencia visual” de varios de los fotógrafos más reconocidos de nuestro país (yo diría que incluso esa herencia es más fuerte todavía en el caso de algunas afamadas fotógrafas).

En estas comunidades y regiones invisibilizadas o espontáneamente retratadas se puede ir realizando una documentación visual cercana, profunda, que con el tiempo formará parte de una memoria (comunitaria, regional, nacional) que no debe repetir algunos errores, discriminaciones o ausencias (de información) de fotografías pasadas. Incluir los lugares, los contextos, distintos sitios significativos para la propia comunidad, los nombres de sus protagonistas y las historias implicadas (como estamos articulando metodológicamente en los Senderos de la memoria) les otorga a las imágenes un sentido social y colectivo más cercano, vinculado con las comunidades representadas. Eso les da una posibilidad distinta de permanencia y de memoria colectiva (en disputa con otras memorias dominantes), al constituirse, no sin complejidades, a partir del diálogo y la colaboración.

¿Cómo ir cambiando esa mirada del espectador que espera o va en busca de lo exótico cuando se trata de imágenes que muestran la vida de nuestras comunidades?

La fotografía ha estado condicionada por la técnica y los modos de ver de una época determinada. Y las formas de representación no escapan fácilmente de las relaciones de poder o de los medios que privilegian y favorecen la difusión de estereotipos, exotizaciones o idealizaciones en torno a la otredad. Quien posee el mayor poder económico y tecnológico sigue siendo dominante al establecer una hegemonía visual y de mercado. Pero también en cada país (de todo Latinoamérica, por ejemplo) hay una centralización que excluye las narrativas visuales de otras regiones o comunidades.

Finalmente, usted ha dicho que la representación visual ha sido desigual e inequitativa en múltiples escenarios de nuestro país y de América Latina.

Si bien, como decía la fotógrafa francesa Giséle Freund, la fotografía ha favorecido la democratización, hoy en día con las tecnologías audiovisuales y la facilidad para su reproducción, vivimos nuevos desafíos para luchar contra la simplificación de una lectura dominante, acelerada y exotizada de las culturas. Quizá un viraje posible es, primeramente, considerar la complejidad y relevancia de las fotografías como parte de nuestra memoria material y documentación visual. Por lo que se requiere de una pedagogía de la mirada, que reflexione de manera crítica en las formas de producción, circulación e impacto de las imágenes en (las subjetividades de) nuestra contemporaneidad.

Con información de: Aristegui Noticias

Notas Relacionadas

Arrancó el Encuentro Nacional de Teatro Antorcha

Potosí Noticias

Invitan a la exposición “Los consumidores” en el MAC

Potosí Noticias

Se presentará el Cómic Potosino “Koatl El Defensor”, en el marco del Festival Internacional Letras en San Luis

Potosí Noticias

Déjanos tu Comentario