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Opinión

Ver para pensar: Abordo del Pequod

Federico Anaya Gallardo

Desconfía, lectora, de quienes autoritarios te citen las grandes obras de la literatura universal. Es muy posible que no las hayan leído. Sucede que muchas son tan antiguas que su lectura es difícil –cuando no imposible. Sobre el lenguaje original de El Quijote de Cervantes, en 2016 Martin Riepl nos regaló en el portal de BBC News Mundo un artículo muy ilustrativo de lo que digo. (Liga 1.) Riepl reporta que el poeta español Andrés Trapiello escribió una versión en Castellano moderno de la gran obra de Cervantes. Habrá que buscarla.

Para acercarnos a las grandes obras de literatura, un sucedáneo más sencillo que las actualizaciones son las versiones cinematográficas. Por ejemplo, para entender el ambiente de conspiración palaciega y guerra civil de la Inglaterra de los 1400s, Richard Loncraine ubicó su versión de 1995 del Ricardo III de Shakespeare en el siglo XX. Esa escenificación permite a la audiencia comprender visualmente el texto original.

Hoy quiero recomendarte una versión de 1998 de la novela Moby Dick or The White Whale, una densa narración publicada en 1851 por el estadounidense Herman Melville. (Adjunto un retrato suyo de alrededor de 1850.) El libro relata la tragedia del buque ballenero Pequod, condenado a una infernal persecución por su obsesionado capitán, Ahab el cojo.

La novela empieza así: “Llámenme Ismael. Hace unos años —no importa cuánto exactamente— teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática (watery part) del mundo. Es mi modo de echar fuera la melancolía (spleen) y mejorar la circulación sanguínea.”

Sigo la traducción Castellana en la Liga 2, mi copia inglesa de The Spencer Press de 1936 y una edición española de Alfaguara de 1997. Allá por 2007 empecé a leer, capítulo por capítulo, las versiones inglesa y castellana. Lo hice para comparar original y traducción. He avanzado mucho, pero aún no acabo. Lo más interesante ha sido descubrir la verdad de aquéllo de traduttore, traditore (traductores, traidores).

Por ejemplo, en alguna versión española, se omiten detalles cuando Melville comenta asuntos religiosos. Antes de embarcarse en el barco ballenero, Ismael se hace amigo de Queequeg –un polinesio pagano– que resultará uno de los mejores arponeros. Queequeg realiza un ayuno poco antes de zarpar. Ismael lo regaña, señalándole que todos los ayunos son malos para la digestión. Pero en medio de esto, Ismael-narrador nos cuenta a los lectores: “no tengo objeciones contra la religión de nadie, sea cual sea, mientras esa persona no mate ni insulte a ninguna otra persona porque ésta no cree también lo mismo. Pero cuando la religión de un hombre se pone realmente frenética, cuando se vuelve un tormento para él y, en fín… cuando convierte esta tierra nuestra en una incómoda posada para alojarnos; entonces es hora de tomar aparte a ese individuo y discutir la cuestión con él.” En una de las versiones castellanas que consulté, el traductor consideró “prudente” quitar “cuando convierte esta tierra nuestra en una incómoda posada para alojarnos”…

É igual cuando Ismael reflexiona acerca de los vacíos inmensos del mar. Melville roza en esos momentos la duda existencial. La tragedia que vivirán Ismael, Queequeg y el resto de la tripulación del ballenero necesariamente lleva a dudar de la existencia de Dios. Algunos traductores castellanos prefieren dar la vuelta en esos pasajes.

El narrador de la historia, quien nos pide que le llamemos Ismael, es en realidad el estadounidenseMelville. Cuando nos dice que irse a la parte acuática del mundo es su modo de lidiar con la melancolía, hay que recordar que este señor escribió años más tarde Bartleby, the Scrivener: A Story of Wall Street (Bartleby, el escribano: Una historia de Wall Street)… adonde un oficinista pálidamente pulcro, lamentablemente respetable é incurablemente solitario responde a las órdenes de sus jefes diciendo “preferiría no hacerlo” (I would prefer not to…) mientras observa, a través de la ventana de su oficina, una pared de ladrillos. Bartleby terminará muriendo de hambre pues ya encerrado en un manicomio, preferirá no comer cuando le lleven sus alimentos.

Muchos críticos han leído en Bartleby un caso de depresión grave. (Melville procesó la suya bebiendo alcohol.) Ciertamente, Ismael procesa mejor su melancolía. Mejor que dejarse morir de hambre en la inactividad total –ó embrutecerse bebiendo– Ismael aborda un barco ballenero y persigue monstruos marinos por los siete mares.

Detalles interesantes: Melville fue marino mercante por cuatro años y al regresar a la parte seca de su mundo trató de ganarse la vida compartiendo con sus lectores sus experiencias. Su público, sin embargo, era al mismo tiempo exigente y simplón –una audiencia que estaba apenas formando su gusto. Sus primeros libros eran memorias noveladas. El primero, de 1846, lo tituló Typee: A Peep at Polynesian Life (Taipi: Un edén caníbal), é hizo que los neoyorquinos de la época lo llamaran el hombre que vivió entre los caníbales. Tuvo mucho éxito comercial y la intelectualidad neoyorquina acogió al exmarino con cierto entusiasmo.

En 1847 Melville publicó Omoo: A Narrative of Adventures in the South Seas. Que nuestro autor llamase a esa segunda novela “Narración de aventuras en los mares del sur” nos muestra el “targeting” que había decidido usar. Detalle divertido: un siglo más tarde, los productores de “Cine B” retomaron esa segunda novela de Melvillepara hacer exactamente lo mismo en la película de acción de Leon Leonard (Omoo-Omoo, the shark god, 1949).

Entre 1849 y 1850, Melville escribió otras tres novelas basadas en su experiencia personal como marino. En la primera de ellas, Mardi (1849) empezó a alejarse de la narración de aventuras y a hacer reflexiones más profundas. Nathaniel Hawthorne (el autor de La letra escarlata) comentó elogiosamente ese giro, pero el público no compartió su entusiasmo y el libro se vendió mal. Las otras dos novelas (Redburn y White Jacket) también fracasaron.

Pese al rechazo comercial, Melville perseveró en la idea de reflexionar seriamente a partir de experiencias extremas. De eso se trata Moby Dick –que dedicó a Hawthorne. Este texto, que hoy día es considerado una de las obras pioneras de la literatura estadounidense, fue ignorado por el público y por la crítica por décadas. A mí lo que más me impresiona es cómo, al leerlo, vivimos dos hundimientos. Uno, nos hundimos en el pensar y el sentir del narrador (Melville-Ismael) quien recuerda su travesía por la parte acuática pero quien todo el tiempo está sentado junto a nosotros, desolado, en un cuarto seco y oscuro. Dos, nos hundimos en la inmensidad de los océanos y luego en las profundidades marinas, arrastrados por el fantasma blanco hasta que nos asfixiamos y morimos sin esperanza. Dos muertes, una seca y otra húmeda.

La versión cinematográfica de 1998, dirigida en dos episodios por Franc Roddam para USA Network, la puedes ver en YouTube gracias a “Crusher” en dos partes (Ligas 3 y 4).

Ismael es interpretado por Henry Thomas (n. 1971) quien en ese momento tenía 27 años. La primera escena nos muestra a Ismael caminando en medio de unas colinas. Es tarde y el sol está poniéndose. El narrador pronuncia las líneas que cité al principio. Cuando llega a la parte de la watery part of the world el joven divisa la costa y un pequeño pueblo.

Escoger a Thomas para Ismael fue buen casting. En versiones previas el personaje había sido interpretado por actores ya maduros. Fue el caso de la película de John Huston (1956) adonde el rol tocó a Richard Basehart (1914-1984) a quien recordamos como el almirante Harriman Nelson de Viaje al Fondo del Mar (1964-1968). Aparte, el semblante de Basehart siempre fue de un hombre maduro, mientras que Thomas es comeaños. Uno lo ve hoy en día –que ya tiene 52 años– y se recuerda de inmediato a Elliott de E.T. (Spielberg, 1982). Tengo para mí que Ismael debía ser como Melville cuando se enlistó en su propio ballenero: un muchacho de apenas 18 años que, pese a sufrir ya de melancolía, aún puede aprender mucho.

En la versión de 1998, el capitán Ahab es interpretado por Patrick Steward (n.1940) famoso por su Capitán Juan-Luc Picard de Star Trek: La Nueva Generación (1987-1994). Por eso es que “Crusher” nos regala este Moby Dick. Steward era, antes de Viaje a las Estrellas, un reconocido actor shakespeariano; aunque a mí me encantaron su Sejano en Yo, Claudio (BBC, Wise, 1976) ó su Leondegrance en Excálibur (Boorman, 1981). Contrario al flemático y siempre sereno capitán Picard del Enterprise, el capitán Ahab del Pequod es un hombre sólo en apariencia frío, pero que estalla a la primera provocación. Busca venganza furiosa contra la ballena blanca que le arrancó la pierna. Está dispuesto a perder su carga de valiosísimo aceite de ballena (el combustible de moda antes del petróleo) con tal de alcanzar al monstruo. Y en su furor manipula a la tripulación hasta convertirla en una hermandad suicida. A los arponeros les hace cruzar sus lanzas é invoca al fuego de San Telmo para sacralizar el juramento. Una magnífica actuación.

Último detalle. En el Moby Dick de 1956, Ahab fue interpretado por Gregory Peck (1916-2003). En la versión 1998, Peck interpreta al Father Mapple, el predicador presbiteriano del puerto ballenero de donde zarpa el Pequod. Mapple era un ex capitán ballenero. De nueva cuenta, un casting impecable. La muerte blanca, la nada inmensa de la parte acuática del mundo es un presencia que rodea a los humanos incluso cuando nos refugiamos en la sequedad de nuestras islas y continentes. Ese Father Mapple fue el último papel de Gregory Peck antes de morir.

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

https://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/05/160509_cervantes_quijote_espanol_celebracion_mrc

Liga 2:

https://www.suneo.mx/literatura/subidas/Herman%20Melville%20%20%20Moby%20Dick.pdf

Liga 3:

Liga 4:

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