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Ver para Pensar: Sagas y sagas

Federico Anaya Gallardo

Entre 2001 y 2011, la industria global del cine nos invadió con cuatro sagas que vale la pena comparar. Las cuatro provienen de la literatura inglesa y las cuatro están inspiradas en la Historia. En 2001 compitieron por la atención de las audiencias El Señor de los Anillos inspirada en la gran obra de J.R.R. Tolkien (1892-1973) y Harry Potter, siguiendo las novelas de J.K. Rowling (n.1965). La saga tolkeniana estuvo a cargo de un solo director, Peter Jackson (n.1961), que dirigió una película para cada parte de la novela original, de 2001 a 2003. Hasta allí, el duelo entre magos y hobbitses parecía haber concluído con el triunfo de los primeros, pues la saga de siete novelas de Rowling se expandió por ocho películas de 2001 (La piedra filosofal) a 2011 (Las reliquias de la muerte-parte 2). Parecía que la mercadotecnia moderna y la presencia viva de la autora de la saga habían asegurado el triunfo de la narración más moderna. Con todo, el Tolkien de Peter Jackson regresó por la revancha con una segunda trilogía (estrenada entre 2012 y 2014) a partir de la pequeña novela El Hobbit. Y la batalla continúa: Los magos retornaron en 2016 con la primera entrega de Animales Fantásticos, una serie-precuela que narra las aventuras de los magos de la generación de los abuelos de Harry Potter.

Junto a estas dos sagas, los cinéfilos de este inicio de siglo hemos disfrutado otras dos. De nueva cuenta, tenemos un autor muerto (C.S.Lewis, 1898-1963) contra un autor vivo (George R.R. Martin, n.1948). Las Crónicas de Narnia, que Lewis presentó a sus lectores en siete novelas entre 1950 y 1956, lograron sólo una trilogía entre 2005 y 2010. Las razones de su aparición parecen obvias, pero no lo son. Los productores deseaban cucharear (sip-in) en el éxito comercial de las dos sagas que ya comenté. Basta ver los affiches de publicidad para comprender esto. Más en profundidad –pero sin salir de la lógica mercantil– podría uno imaginarse que apostar a otro Inkling traería ganancias.

¿Qué ó quiénes eran los Inklings? Resulta que Tolkien y Lewis se conocían y frecuentaban. Solían compartir sus textos en tertulias organizadas en un pub cercano a la universidad de Oxford ó en los apartamentos de Lewis en el Colegio de la Magdalena. Este círculo era complejo e interesante y sesionó de manera constante entre 1930 y 1949.

Tolkien aclaró alguna vez que esta asociación literaria era inevitable dadas las circunstancias de la intelectualidad inglesa de entreguerras. Para acercarte a esas circunstancias, lectora, busca la novela del colectivo Wu Ming 4, Estrella del Alba, publicada en Castellano por Acuarela/Machado en 2012 a partir de la edición Italiana original (Stella del Mattino, Turín, 2008). Los Wu Ming trasladan el espacio-de-encuentro literario un poco atrás (1920-1930) y hacen coincidir en Oxford no sólo a Lewis y a Tolkien, sino a T.E. Lawrence (Lawrence de Arabia) y a Robert Graves (el autor de Yo, Claudio). Paco Ignacio Taibo II tiene una plática-introducción muy buena en YouTube acerca de esta novela –¡nos prometió una edición del FCE! (Liga 1.) PIT-2 subraya la experiencia de los cuatro escritores-en-ciernes en la carnicería que fue la primera guerra mundial. Es bien conocido que dicha agonía forma el subsuelo-subtexto de la saga tolkeniana. Menos clara es la influencia de la guerra en Lewis.

Regreso, con la guerra, a las cuatro sagas. George R.R. Martin es el único autor no-británico de mi cuarteto. Y, sin embargo, sus Juegos de Tronos son una adaptación fantástica de hitos de la historia inglesa. El mejor ejemplo es la figura del rey-adolescente Joffrey Baratheon, cuyo modelo es el tiránico Ricardo II Plantagenet (1367-1400) el infame muchacho de 14 años que reprimió sangrientamente la gran rebelión campesina de 1381. (En YouTube puedes ver un rápido documental sobre ese gran alzamiento, con Tony Robinson en Timeline, Liga 2.)De las cuatro sagas, Juego de Tronos es sin duda la más violenta. Aunque su experiencia personal de guerra es inexistente, Martin fue objetor de conciencia durante la Guerra de Vietnam –una posición que no era fácil en un país que hacía la guerra al “maligno comunismo”. ¿Qué nos dice el retrato de la violencia en los autores de sagas más modernos? Rowling no parece tener antecedentes en ese campo.

Por ahora, sólo te señalo, lectora, el retruécano comercial de estas cuatro aventuras literarias. Las grandes productoras de cine desean que sigamos consumiendo batallas fantásticas –alimentando nuestro deseo de épica. Esos productores tienen grandes yacimientos en sagas como las que hoy rememoré. Y si se agotasen –ó nos empacháramos momentáneamente, como ocurrió con la dulzona saga de Narnia– allí tienen el amplio continente del Comic.

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

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